Hace días tengo pendiente la
escritura de esta entrada.
En agosto realice un viaje corto
hasta Ibagué, a una celebración familiar. El viaje de ida lo hice pasando por
Girardot, Flandes, Espinal. En la época que hice el viaje, en todos los medios
de comunicación divulgaban la noticia de fuertes sequias en toda esa región y
los entusiastas del calentamiento global le achacaban la situación a este fenómeno
y a la “furia de la naturaleza malvada”.
Cuando pase por las vías estuve
muy pendiente de ver lo que pudiera de esta “tragedia” desde la visión
disminuida que permite la ventana de un bus, sin embargo esa limitada visión me
regalo un buen material de análisis. En este punto debo decir, entes de
continuar, que me habría gustado tener fotografías que ayudaran de forma visual
a hacer esta narración, pero lamentablemente tendrán que confiar, o no, en mis
palabras. Al borde de la carretera se podrían
observar varias fincas ganaderas, sin un solo retoño de pasto, toros y vacas
comiendo tierra; otras con macollas de pasto de color "amarillo sequía", tierra
suelta, polvo pegajoso alborotado por todo el aire… Pero ¡oh sorpresa! al lado
de ese desolador panorama, campos de arroz con irrigación estupenda, cultivos
de mango verdes, como la esperanza que se les escapa a los vecinos de estos
cultivos, algunos potreros con canales de agua corriente y pasto lleno de vida,
toros y vacas gordos y bien alimentados. Situación extraña, algunas de estas fértiles
y húmedas-si cabe el término en esta región seca de Colombia- estaban en medio de terrenos áridos
de un color café pálido y triste. Pero, esto no era lo que decían
los medios, para ellos la sequía era (es) general y la culpa es del cambio climático.
Lo que yo vi entonces, era tal vez una ilusión producida por el calor, pero mi
interpretación (repito, limitada por la visión desde la ventana de un bus) es
diferente y aquí va:
El calentamiento global y la
furia de la naturaleza, no son más que estrategias distractoras por parte de quienes
necesitan manejar a su antojo los recursos naturales (que forma tan fea de
referirse a la naturaleza), de quienes pretenden apoderarse de tierras y están
empezando a utilizar el desplazamiento climático como arma, de quienes
pretenden hacerse con todas las ganancias de la producción agrícola del país.
En esa zona específica hay distritos de riego, desarrollo agrícola,
principalmente arrocero, a gran escala. Es cierto, no lleve hace mucho, a
principios de agosto la gente de Ibagué me decía que llevaban tres meses sin ver caer una gota de agua en la ciudad, pero también es cierto que en la parte alta
de la cordillera, por lo menos hasta ese momento estaba lloviendo (incluso
durante el viaje hubo lluvia en varios lugares), que la parte alta de la cuencas
está recibiendo todavía- esto es una suposición, pero a principios de agosto sí
era así- grandes aportes hídricos producto de la lluvia y lo que es más cierto
es que en algunas fincas incluso sobra el agua.
No podemos prestarnos a esta
situación; cambio climático sí hay, este es un mundo en constante cambio y
evolución, daños ambientales causados por el hombre, todos los que se nos
ocurran… Pero utilizar como excusa el calentamiento global y hacer ver a la naturaleza
como un ser monstruoso y vengativo para justificar los atropellos, desplazamientos,
concentración de tierras, etc, es una actitud que no podemos seguir patrocinando,
hacerlo sería convertirnos en cómplices
de estas nuevas formas de violencia que se están implantando en el país.
Hasta pronto